El enfoque administrativo parte de la premisa de que existe un único sistema de organización idóneo para todas las escuelas. En otras palabras, es una visión estandarizada de la gestión que, independientemente de las circunstancias, contextos y particularidades, supone que los mismos principios y lineamientos permiten a todas las organizaciones escolares trabajar de forma efectiva y eficiente.
Al enfatizar el seguimiento de indicadores formales como vías para ejercer la autoridad y el control, el enfoque administrativo reduce la función de la supervisión escolar a vigilar que las escuelas observen reglas y tareas que les han sido definidas externamente. De la misma manera, al priorizar el cumplimiento de la norma y el reglamento se desincentiva el trabajo colaborativo y se desaprovechan las posibilidades del intercambio horizontal. Al desalentar actividades no previstas en la normatividad con su carácter vertical, este enfoque ha creado una cultura que frena la creatividad, la innovación y los cambios tendientes a mejorar el aprendizaje.
En el enfoque administrativo de la educación y de la escuela, un planteamiento pedagógico pertinente, que impulse los aprendizajes complejos propios del siglo xxi, tiene poca viabilidad. Por ello el modelo busca transformar la cultura escolar a fin de lograr la centralidad de lo pedagógico.
El nuevo planteamiento se nutre de experiencias previas exitosas, así como de los resultados de la investigación sobre la gestión escolar y el aprendizaje. El objetivo es sentar las bases para construir centros escolares que fomenten el trabajo colaborativo y colegiado, el aprendizaje entre pares y la innovación. El nuevo enfoque busca impulsar la planeación estratégica y la evaluación para la mejora continua, así como el uso efectivo del tiempo en las aulas y la creación de ambientes adecuados para el aprendizaje. Por último, esta nueva gestión pedagógica busca fortalecer las prácticas docentes flexibles, la participación social responsable y la rendición de cuentas.